viernes, 13 de febrero de 2009

Los trabajadores en el ojo del huracán: la crisis en Japón

La crisis económica quiebra la idealizada unidad corporativa entre patrones y trabajadores.


La economía japonesa es exportadora, depende principalmente de la exportación de automóviles, electrodomésticos, aparatos ópticos, celulares etc. La alta calidad de los productos japoneses y la exportación de los mismos al mundo entero son las características principales de la economía japonesa. Los efectos de la crisis financiera americana y global, se hicieron notar casi de inmediato en la bolsa de valores y luego en la economía real, la crisis americana estalló a fines de septiembre se agudizó en octubre y en noviembre ya todos sabían que estábamos en crisis. Los efectos de la crisis se hicieron visibles en Japón a partir de noviembre. No es casualidad que la primera empresa que despidió trabajadores, 1,000,.fue la Canon, en su planta de la ciudad de Oita, encargada de fabricar cámaras digitales, la mayoría para la exportación. En las primeras semanas de diciembre se conoció que la economía japonesa estaba oficialmente en recesión y que en el ultimo semestre las cifras de producción, exportación, habían caído en comparación a las de otros años.



A partir de noviembre las malas noticias sobre la economía japonesa no han parado de llegar. Las grandes marcas japonesas, SONY, TOYOTA, ISUZU, etc., han anunciado recortes de personal, paralización de proyectos fabriles, recortes presupuéstales. Katsuaki Watanabe, presidente de Toyota, declaró el 22 de diciembre pasado en conferencia de prensa en Tokyo, que "el ambiente actual es muy duro por la caída en la demanda de vehículos nuevos y el fortalecimiento de la moneda japonesa”. Toyota, anunció oficialmente, sus primeras pérdidas económicas desde hace 71 años, las que ascienden a la cifra de $1.679 millones de dólares, algo impensado y fuera de todo calculo para la primera empresa japonesa.

Paralelo a todo ello, en los noticieros las protestas de los trabajadores y de los sindicatos abren las noticias en la televisión. Los primeros trabajadores despedidos son los contratados, las empresas japonesas que brindan estos servicios se llaman “Haken Gaisha”. Una característica del mundo laboral japonés después de la ola reformista ante las propias dificultades de la economía japonesa en la década de los 90s fue la legalización en 2004 de las “Haken Gaishas”, antes si bien eran permitidas, estaban reguladas y muy restringidas. Todo esto cambió con las últimas reformas neo liberales impuestas por el gobierno del señor Junichiro Koizumi, en su plan de reforma del Estado y de la economía japonesa. Se amplió y permitió el funcionamiento de las “Haken Gaisha”, dando como resultado la tendencia de los últimos años a privilegiar esta modalidad de trabajadores contratados.


Con la crisis instalada, la solución de las empresas es prescindir de los trabajadores, del capital humano, en la suma simple y fría de los balances y necesidades empresariales. Y aquí empieza la rueda del destino y las ironías de la vida. Miles de trabajadores están virtualmente en la calle. Según las costumbres japonesas los trabajadores habitan en apartamentos dormitorios junto a las fábricas, terminada la relación laboral, los trabajadores dejan los apartamentos. Pero esta no es una situación normal, miles de trabajadores buscan igualmente trabajo y no es fácil hallarlo. Los trabajadores despedidos han incrementado los inquilinos precarios de los “Kisa manga”, y los “Internet café”, lugares donde por una módica suma se puede dormir y asearse. Las cifras sobre desempleo han crecido súbitamente y los centros de solicitud laboral, están atestados de trabajadores llenando su formulario de solicitud. Los noticieros citando a fuentes oficiales informaron esta semana que el mes pasado hubo un incremento de 65,000 trabajadores parados.


Otro aspecto de la crisis se siente en las empresas japonesas por su característica exportadora, en que el dólar ha caído a sus niveles más bajos de los últimos años. En el mes de julio el dólar se cotizaba a 120 yenes en promedio por un dólar, a mediados de diciembre cotizó en 88 yenes el dólar y la última semana de diciembre se cotizaba a 90 yenes por dólar. El alza del yen, perjudica a la actividad exportadora de las empresas japonesas. La SONY pierde una millonada de dinero, $59 millones de dólares por cada yen que sube. El dinero es una mercancía, y como tal se deprecia en el mercado global y las monedas de los países fuertes económicamente se revaloran, en este caso el yen. Estas penosas circunstancias obligan a contraer aun más la economía japonesa. Un punto a su favor es que la crisis financiera global, ha encontrado al sistema financiero japonés estable, luego de su propia caída a principios de la década del 90. Después de más de una década en crisis económica, la economía mostraba una recuperación.


La situación de los trabajadores extranjeros en Japón.

Los trabajadores extranjeros, su situación laboral es precaria, desde su llegada al Japón ellos trabajan para un “intermediario” o “empresa contratista”, “Haken Gaisha”. En su inmensa mayoría los migrantes extranjeros trabajan en empresas fabriles japonesas, principalmente en el montaje de vehículos automotrices, sector que es uno de los más afectados en la actual crisis económica global, a diferencia de otros países desarrollados los migrantes extranjeros no trabajan en los servicios que es copado por los estudiantes japoneses. . Un mal día, de octubre o noviembre un trabajador peruano vio que la producción se recortaba hasta la mitad y con esto la oferta de horas extras se cancelaba. Sin saber de hipotecas basura ni de estafas globales, la caída de la bolsa de valores de Nueva York y los principales bancos americanos la sintió casi en la misma semana. A partir de allí las malas noticias corrieron a la velocidad de un rayo. En algunos la pequeña fabrica cerró, en otros le cancelaron el contrato y a la calle. En los casos más alentadores vieron recortadas las jornadas laborales hasta las tres de la tarde, y /o trabajar solamente cuatro días de la semana. Los trabajadores que todavía conservan su puesto de trabajo su suerte pende de un hilo o ya están avisados hasta cuando podrán trabajar. Ante estas difíciles circunstancias la incertidumbre ha dado paso a la preocupación. Nunca como antes se había visto las cosas tan malas. La crisis asiática del 97 -98 fue la experiencia más cercana, pero como los mismos trabajadores lo dicen, “esto es otra cosa”.


Los brasileños son la mayoría de migrantes por países de los sudamericanos, son más de 300 mil migrantes, frente a los 70 mil peruanos. Como son la colectividad más numerosa sus problemas son también más visibles. Numerosos especiales y reportajes de la televisión japonesa han tenido como objetivo a los brasileños. En la ciudad de Hamamatsu (bastión de la Toyota) incluso realizaron una movilización, trasmitida por la televisión japonesa. Pero no era una marcha sólo de trabajadores, no, era de familias, hijos, madres, acompañaban a los trabajadores, exigían lo más simple y necesario, trabajo. Los reportajes muestran diversos casos dramáticos de migrantes sin trabajo por dos o tres meses. Se habla de que muchos están viviendo en sus carros y que han pasado a engrosar las filas de los “Home lees”, los sin techo. La situación de la comunidad brasileña es complicada, porque han tejido un basto tejido social en Japón. Como todos los latinoamericanos tienen a vivir en compañía de otros brasileños, amigos o familiares. Un trabajador brasileño, de 48 años de edad, cuyo contrato como trabajador de envío, trabajaba como soldador de piezas de automóviles en una fábrica de la Prefectura de Shizuoka, dijo a la televisión japonesa: "Hace dos meses estoy sin trabajo, y puedo soportar la crisis, pero lo que me preocupa es la incertidumbre, no sé hasta cuando será todo esto, si tuviera información podría soportarlo, no espero ayuda del gobierno, solamente quiero trabajo"


Los migrantes peruanos, también están sujetos a la deriva de los vientos globales en crisis. Los hay de todo por supuesto. Pero el fantasma de la falta de trabajo y el abandono definitivo de los proyectos familiares o la restricción fuerte de los envíos de remesas de dinero en la manifestación de los problemas por los que atraviesan.


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