lunes, 2 de marzo de 2009

¿De dónde viene nuestra alegría?

La respuesta es muy simple, viene desde Latinoamérica, de los andes, de las playas, de los desiertos y todos los climas que pueblan América del Sur.

Pero también viene de allí nuestro desconcierto, nuestras ausencias, nuestras vacilaciones y nuestro caminar incierto.


Si nosotros no quisimos cambiar nuestro destino “Dekasegui” y llegamos a Japón para conformarnos, para más o menos repetir nuestra historia, para simplemente colmar nuestras necesidades y llenar nuestro estomago. Es porque somos conformistas de nacimiento. Predecibles como las lluvias japonesas y puntuales como los trenes para persistir en no subirnos al tren de la historia.


Y no se trata de saber mucho, ni de economía que es una ciencia muy depreciada por estos días, ni de historia ni de matemáticas, no. Se trata simplemente de cómo ver la vida, no la ajena, sino la nuestra. Como construirla uno mismo o dejar que los contratistas de turno nos la hagan a tantos yenes la hora.

Llegamos a Japón no ha hacer el Japón, sino a dejar que el Japón haga lo que puede con nuestras vidas. Y vaya que lo han sabido hacer los contratistas, las empresas, las plantas, los gembas, y todos los lugares donde hemos dejado nuestro sudor. Ganas y razones no les han faltado, lo malo es el otro lado de la vida y allí estamos nosotros, ¿contentos, felices?, parece que si, con tal que nos paguen a tantos yenes el jornal. Sin que nos diéramos cuenta que nuestra vida tenemos que hacerla nosotros.


Con nuestra alegría a cuestas hemos pensado que para nuestra vida es suficiente y sobraba para los demás. Hemos por tanto persistido en repetir en casi todas las oportunidades nuestra vida latinoamericana.


Y la buena vida japonesa ha transcurrido muy entretenida primero con los videos casete, luego con los DVD y con la conexión vía Internet ahora de la televisión.


Ese es el error manifiesto que no estamos queriendo ver, no nos interesa Japón, ni que van a hacer con el Japón los japoneses, como si no viviéramos aquí, miren que casualidad y ahora que hay un diluvio, ¿nos interesará el Japón por fin?, ¿compraremos paraguas?


Y bien ¿qué vamos a hacer con nuestra alegría?, ahora que la tarde se ha puesto oscura y no hay como bailarla al ritmo que estábamos acostumbrados. Podemos empezar cambiando de música y de traje. El traje chamuscado de “Dekasegui”.

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