miércoles, 25 de marzo de 2009

Los Trabajadores Descartables

Luis Alberto es peruano, está en Japón desde 1992, atraído por el brillo de la bonanza de trabajo en Japón y las innumerables versiones de fabulosos sueldos e infinitas oportunidades, escuchadas en su pequeña población de Huacho, al norte de Lima. Primero vino él sólo y al año hizo traer a su esposa y a su menor hijo, entonces de tres años de edad. Hace cuatro meses ya que Luis Alberto se quedo sin trabajo, al comienzo le pareció parte de la rutina, salir y buscar otro, pero con el paso de los días se dio cuenta que ya no era lo mismo, se encontró en las calles sin destino de la desocupación a muchos compañeros y por más esfuerzos y gestiones que ha hecho no ha podido encontrar trabajo, ni él ni su esposa, y la situación es dramática para él y su familia, en anteriores oportunidades también se había encontrado en la misma situación, sin embargo dice: “ahora la cosa es distinta, es bien fregado conseguir trabajo”. Frente a su pequeño apartamento de dos habitaciones que comparte con su familia, se estaciona el automóvil de segunda mano que compró en la época de bonanza. Hoy no lo puede utilizar porque el permiso de circulación o Revisión técnica ha vencido y no puede pagarlo. Durante todo este tiempo de paro ha visto esfumarse los pocos ahorros que había podido reunir con su esposa y para sobrevivir se las esta ingeniando de muchas maneras, ofreciendo comidas a sus compatriotas (pollo a la brasa, tamales), haciendo pequeños trabajos de reparaciones y de limpieza. El es un “owerstay” (trabajador sin visa), es decir no tiene permiso de residencia en Japón. Forma parte de los aproximadamente 2,000 trabajadores peruanos que han sobre vivido sin permiso de residencia en Japón. Una buena parte de ellos pensando seriamente en coger las maletas y decir chau Japón, no queda otra.

Esta es la situación de Luis Alberto, pero ¿y los trabajadores con permiso de residencia, en su mayoría nikkeis?, ¿Cuál es su situación? No es muy distinta a la de Luis Alberto, también hay personas que están sin trabajo, y los que lo tienen, han visto recortarse su salario, incentivos, horas extras o están a la espera al salto definitivo a despertarse y aburrirse de ver la televisión japonesa. En general podría decirse que la suerte es igual para todos, hermanos en las desgracias. Todos los extranjeros latinoamericanos trabajan en la producción automotriz, electrónica y productos del hogar. El sector de la economía japonesa de exportación que se ha derrumbado con la crisis global generada por el gangsterismo de los bancos americanos.

Con distinta suerte algunos están gastando sus ahorros, otros se aferran en medio del naufragio a la tabla salvavidas del seguro de desempleo y los más salados miran acabar el invierno de este año desde sus apartamentos, en pleno huayco. Los que todavía conservan su trabajo, trabajan de tres a cuatro días a la semana o trabajan cuatro o cinco horas al día, casi nada, sólo alcanza para pagar la renta y de vez en cuando comer. Los pocos empleos que se ofrecen, no están ligados a la producción sino a la industria alimentaría. La hora la pagan a 850 yenes la hora y con mucha suerte se encuentra a 1,000 yenes. Y pensar que nadie aceptaba antes un pago por menos de 1,250 y que lejanos parecen los días cuando se ganaba 1,400 yenes y la aristocracia de la chamba sudaba los overoles por 1,800 yenes la hora.

No, la cosa esta para llorar. Ahora es común encontrar en las estaciones de tren - la plaza publica de los peruanos - a muchos peruanos desempleados, en otras épocas era usual encontrarlos los fines de semana, ahora es cosa de todos los días. Los peruanos en las buenas y en las malas se buscan y se encuentran, para buscar salidas a sus problemas y necesidades, no hay peruanos solos en Japón, siempre están los amigos, los primos, los cuñados. Además de ser un requisito imprescindible para poder vivir en tierras extrañas y lejanas. Se busca para compartir la soledad, la amistad, los recuerdos, las esperanzas. “No hay trabajo”, es el fantasma que recorre la mirada de los peruanos, y les basta, no interesa mucho saber de Crisis globales y de problemas de mercado internacional, ese es otro problema, el particular es el que interesa y se busca desesperadamente donde tirar una balsa salvavidas para flotar en el océano de malas noticias que nos están llegando todos los días.

En semanas pasadas la televisión japonesa, hacia reportajes casi diarios sobre la suerte de trabajadores brasileños, quienes por su número, más de 300 mil migrantes, su situación y problemática es más notoria. Mostrando el lado oculto de la crisis y el mundo que la sociedad japonesa no conoce, el mundo de los migrantes. Cuando sus necesidades de mano de obra fueron apremiantes les daban la bienvenida y regalaban sonrisas a los trabajadores latinos, y soportaban estoicamente sus excesos; pero cuando se termino la demanda de trabajadores, les dan la espalda y los quieren desechar como cualquier producto descartable que abunda en el Japón. Como un robot obsoleto que ya no les sirve. La situación de los “trabajadores descartables”, con la dosis de sensacionalismo usual en los medios, con el rostro oculto a la pregunta embozada certera de: ¿Si no hay trabajo, preferiría regresar a su país?

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